En el año 1948 por el mes de diciembre mi familia decidió cambiar domicilio, partimos a las 8 de la mañana de mi pueblo natal que por cierto se trataba de un pintoresco pueblo de20 o 30 mil habitantes con rumbo a la gran ciudad que se encuentra a unos 600 kilómetros de distancia.
Abordamos el también pintoresco ferrocarril que justo a las 8 de la mañana se detenía en la estación y otro ferrocarril también se detenía a las 8 de la noche.
Todo un acontecimiento a mis 8 años de edad pues nunca había estado lejos de mi pueblo, es posible que el recorrido más lejano pudo haber sido a unos 15 0 20 kilómetros de distancia.
El asunto es que el maravilloso paisaje visto desde el ferrocarril en movimiento resultó una delicia hasta que llegó a un poblado intermedio desde luego más grande que mi pueblo y la sorpresa fue que pasaban las horas y no se podía continuar la marcha.
Hasta el anochecer fue que se pudo reanudar el viaje y ya no supe más del camino por haberme quedado dormido y desperté hasta el día siguiente a las 8 de la mañana.
La ciudad a donde llegamos mostraba una especie de nube gris que no me permitía apreciar el nuevo paisaje y como de inmediato abordamos un auto, un taxi, un transporte que tampoco conocía.
El destino fue que llegamos a un edificio que ni siquiera imaginaba que existían y eran tantos departamentos o viviendas que al momento tampoco pude calcular.
La adaptación a esa nueva vida fue tan difícil que pensé que nunca me podría acostumbrar y al paso de los días me fui enterando que el edificio contaba con cuarenta departamentos distribuidos en tres pisos.
Lo interesante surgió de la cantidad de niños y niñas más o menos de mi edad que ya vivían en ese edificio, lo que hizo más llevadera la situación pues ahora había con quien jugar y pasar el rato mientras me integraba a la escuela.
Me pareció normal que uno de los muchachos más o menos de mi edad fuera el líder y nos desplazaba de un lugar a otro dentro del edificio y en la parte superior que mencionaban como azotea, término también desconocido hasta ese momento.
Nuestro líder en cierto día nos convocó en la azotea con el argumento de que ya había arreglado todo, pero yo no sabía de que se trataba, hasta que llegada la hora de la cita nos dice: ya están arregladas las parejas, y comienza a mencionar a cada uno de nosotros.
Menciona a mi vecino del siguiente departamento, el siete y le pone frente a él a la niña que le tocaba como novia y así poco a poco al resto de las parejas y casi se olvida de mi.
Finalmente coloca frente a mí a una niña de cabello muy negro y rizado de tez blanca, muy blanca diría yo, y me dice: ella es tu novia.
Admito que no supe que hacer o que decir, todo era nuevo para mí, me quedé como una estatua de marfil como se jugaba en mi pueblo.
Ella tomó la iniciativa y me dice: ya somos novios, entonces debes besarme como se besan los novios y como yo seguía petrificado se acerca más y me dice: así se hace, y me ha dado tremendo beso que me hizo vibrar desde lo más profundo.
Admito que hasta la fecha recuerdo esa experiencia, y al describir en este momento ese beso, creo que percibo la misma sensación, es posible que alguien de ustedes me comprenda.
Lo triste es que al día siguiente la familia de mi supuesta novia cambió de domicilio y nunca más volví a saber de ella.
Cada vez que puedo, en lo privado de mis pensamientos percibo y revivo ese momento en que a la luz de la luna recibí mi primer beso.