A sus 19 años de edad, la nieta Lulú nos
cuenta que su propósito de año nuevo es conservar la línea delgada que para mi
gusto no es necesario pues veo que ella luce hermosa.
Comienza por 0rganizar una “rutina” de
ejercicios que inicia a temprana hora en uno de los aparatos dentro de la casa,
lo hace con esmerada entrega con lo cual supone conservará su figura esbelta
que tanto trabajo ha requerido.
En un momento dado suspende el ejercicio,
imagina que sería muy efectivo trasladarse a un gimnasio que se encuentra a
cinco o seis kilómetros de distancia, lo que le obliga a vestir ropa adecuada y
emprende el viaje en un taxi.
Lo complejo del tránsito en la ciudad
impide avanzar con la rapidez esperada, aquello se convierte en un estado de
ansiedad provocado por el avance tan lento y la molestia consecuente.
Aparece entonces una jovencita ataviada
con un vestido que se infla poco a poco, de acuerdo con los movimientos acordes
a una música un poco extraña, cada determinado compás el aumento en el volumen
de su vestimenta aumenta proporcionalmente.
En determinado momento, Lulú desciende
del taxi, su desesperación porque el taxi no avanza y al pasar junto a la
persona que está bailando en la calle con el vestido inflable, le invita a
bailar con ella y le proporciona un vestido similar.
Ambas continúan bailando y Lulú percibe
como en cada movimiento su vestido aumenta de volumen sin comprender que es lo
que provoca que el vestido aumente su volumen, pero ahora aprecia que no puede dejar de bailar al ritmo
de la música.
Es una melodía que aumenta de velocidad
paulatinamente, a medida que pasa el tiempo a Lulú le resulta imposible
desprenderse del vestido, todo intento por detener el baile resulta imposible y
a eso agrega el aumento de volumen del vestido.
Aumenta a tal grado el volumen del
vestido, que comienza a llegar a la altura del cuello y poco a poco va
disminuyendo no solo la visión, sino que la respiración también se dificulta.
Surge un temor perfectamente justificado
por Lulú, su percepción es que a cada momento su respiración se vuelve muy
complicada, parece ya no percibir aire en sus pulmones y trata de gritar pero
es inútil, nadie le escucha porque el vestido lo impide.
Además, el ruido que hacen los vehículos
con sus bocinas, especulando que con ello el tránsito se agilice, pero resulta
ese ruido tan desesperante que de alguna manera Lulú entra en una actitud de
pánico, por fortuna logra romper el vestido.
En ese momento, el chofer del taxi trata
de hacer que Lulú despierte, pues se ha quedado dormida y le indica que deben
regresar al punto de partida, le dice que no hay manera de continuar.
Lulú no comprende que es lo que está
pasando, se encuentra entre dormida y despierta, solo acierta a mover la cabeza
aceptando lo que el chofer del taxi le indica.
Tal vez este incidente le ayude a Lulú a
valorar la necesidad de mantenerse en línea delgada sin llegar al extremo de
arriesgar su salud.