“Lejos estamos de permitir que hombres adultos escuchen este tipo de cuentos, ni siquiera cuando nuestros propios hijos lloran lagrimas de sangre, tenemos el hábito de contarles historias fabulosas y con eso calmarlos”.
En esta época tenemos criterios menos severos, hablamos a los niños de Santa Claus, los reyes magos y muchos personajes más, pero los desengañamos de esos mitos antes de hacerse mayores.
Nos retractamos porque su bienestar como adultos depende de que conozcan el mundo como realmente es, nos preocupan y con razón los adultos que todavía creen en los reyes magos.
Ese es el arte de los camelos: Algo que aparenta ser algo y no lo es, como sinónimo de engaño, engañar o conquistar a alguien, se entiende como camelar, en las religiones doctrinales, nadie trata de investigar lo que le dicen, ni siquiera ante su propio corazón.
Las dudas que se abrigan sobre esos temas, convierten en mérito la fe; y disimulan ante ellos mismos, su infidelidad real a través de las más fuertes aseveraciones y la intolerancia más positiva.
La infidelidad no consiste en creer o no creer; consiste en profesar que se cree lo que no se cree, es imposible calcular el perjuicio moral, que ha producido la mentira mental en la sociedad.
Cuando el hombre ha corrompido la castidad de su mente, como someter su profesión de fe a algo que no cree, se ha puesto en condiciones de cometer cualquier crimen.
La recomendación de productos por los medios comerciales, con expertos reales o supuestos, constituye una avalancha constante de engaños, lo cual delata su menosprecio por la inteligencia de sus clientes.
Hay incluso anuncios en los que científicos reales aparecen como cómplices de las empresas, como si trataran de revelar que los científicos también son capaces de mentir por dinero.
Algunos líderes de las democracias occidentales consultan con regularidad a astrólogos y místicos antes de tomar decisiones de Estado, aseguran que muchas de las decisiones tomadas han sido un éxito por esos medios y siguen siendo un enigma.
Compañías mineras que pagan fortunas en dólares en la explotación mineral y nada se encuentra, estatuas que muestran manchas de humedad y millones de personas de buen corazón convencidas de haber visto un milagro.
Todos esos son casos de camelo, presunto o demostrado, aparece un engaño inocentemente pero con cínica premeditación, normalmente la victima se ve sometida a fuertes emociones: maravilla, temor, avaricia o pesar.
Esa es la aceptación crédula de un camelo, que puede costar dinero, pero puede ser más peligroso que eso, cuando las sociedades pierden la capacidad de pensar críticamente, los resultados pueden ser catastróficos.
El trabajo de la ciencia es comenzar con resultados experimentales, datos, observaciones, medidas y cuanto sea necesario, inventamos si podemos.
A lo largo de su preparación se proporciona a los científicos un equipo de detección de camelos.