Instrucción, virtud y patriotismo
La fórmula es que la localidad debe
elegir a los que compongan su ayuntamiento, porque es la que conoce sus propios
intereses y las personas que sabrán proteger al pueblo. Las experiencias
universales han demostrado que el poder de los déspotas se establece de un modo
lento y progresivo, por la anulación sucesiva de la influencia del pueblo en
los negocios generales de la localidad respectiva.
Cuando un ayuntamiento es elegido por la autoridad, directa o indirectamente, ya no hay pueblo, los habitantes se convierten en esclavos, lo mismo sucede cuando el ayuntamiento carece de autoridad en su distrito, y lo que ocurre es que cada municipio debe ocuparse de la policía, que es la conservadora de la paz y tranquilidad públicas, así como de la educación, salud y seguridad, calcular el valor de las fincas rurales y urbanas, del haber de todos los vecinos y el producto de las industrias, para que cada uno pague conforme a las leyes de equidad y justicia.
Entonces, se hace necesario que el cuerpo gobernante realmente sea escogido de entre los vecinos de dicho municipio, porque sus intereses se encuentran en ese lugar, es seguro que defenderán las propiedades del pueblo con éxito como lo marca la constitución política del país, de allí la necesidad de escoger a los más honestos, reconocidos por toda la comunidad y así el delito civil o penal se podrá perseguir de manera simple, al descubrir a quienes por la razón que sea cometa ilícitos.
Los municipios habrán de tener mucho cuidado de elegir a personas que carecen de educación familiar y académica acerca de los seres humanos y de las cosas, porque ellos no podrán dictar leyes justas, ni ser jueces de hecho o de derecho ya que fácilmente pueden resultar engañados y se pueden corromper “invirtiendo las rentas públicas”. El débil y el ignorante no puede encargarse de una gran responsabilidad, entonces, un municipio fuerte, justo y exitoso solo será posible construirlo con instrucción, virtud y patriotismo.