Este
cuento del príncipe y el mendigo es uno de mis favoritos, cuantas veces he
soñado, que se repitiera en el momento actual, cuando parece que muchos
gobernantes en el mudo debían cambiar por lo menos durante 24 horas su vida
cotidiana.
La
historia del príncipe y el mendigo refiere que se trata de dos personajes
similares en apariencia, y que por accidente al cambiar de ropas, las
circunstancias les colocan en sitios inversos y de ese incidente se desprende
la historia.
Un
viejo dicho popular indica que: más pierde el pobre cuando enriquece, que el
rico cuando empobrece.
Este
dicho ajusta a la perfección con el cuento, porque el verdadero príncipe se ve
obligado por las circunstancias a conocer la verdadera forma de vivir del
pueblo, con las carencias y sufrimientos que deben sufrir para sobrevivir.
Durante
mucho tiempo insistió en demostrar que él era el príncipe y contaba lo
ocurrido, pero claro está que nadie creía semejante historia, de manera que
terminó por aceptar que nunca alguien le creería y adoptó con heroísmo su nueva
vida.
Los
conflictos sociales de la época hacen que el verdadero príncipe se vea obligado
a participar como soldado del reino en una batalla que al final resulta una
derrota estrepitosa.
Como la
educación recibida por su padre y sus maestros le permite abrirse paso hasta
llegar al general que tiene el mando del ejército, este lo escucha porque le
pareció interesante lo que decía, le indicaba al general que la estrategia
debía ser distinta y la describe.
El
general le pregunta porque supone que la estrategia debe cambiar y el le
contesta: Así lo haría mi padre el Rey, porque así lo aprendí de él.
En ese
momento se descubre el cuello del príncipe y el general observa que en el
cuello están unas líneas marcadas que el ahora general vio cuando nació el hijo
del Rey.
Hasta
entonces aceptó lo que el soldado le decía cuando solicitaba que le creyera su
historia, en ese momento el general aceptó que se trataba del príncipe.
El
general implementa la sugerencia del joven príncipe y resultaron triunfadores
en esa batalla, por desgracia el Rey ya no la pudo disfrutar pues murió esa
misma noche.
El
príncipe recobró su identidad gracias al general y se restablecieron las
identidades de él y del mendigo, pero el príncipe reconoció que de no haber
ocurrido lo relatado, nunca se hubiera enterado de la realidad de su pueblo.
Fue
coronado como Rey, por el general y la historia refiere un final feliz, es por
eso que en párrafos arriba hablé de los gobernantes actuales, si se atrevieran
a dejar en casa la investidura por lo menos 24 horas, comprenderían las cosas
que no están haciendo bien.
Cuando
tenemos la oportunidad de vivir las altas y bajas de un estatus social, es
cuando mejor aprendemos la lección, creo que sería una buena práctica de este
ejercicio por quienes pierden el piso, cuando consiguen un puesto de
importancia en cualquier nivel.
Vale la
pena ser o parecer por lo menos 24 horas un príncipe o un mendigo.