sábado, 17 de septiembre de 2011

El príncipe y el mendigo

Este cuento del príncipe y el mendigo es uno de mis favoritos, cuantas veces he soñado, que se repitiera en el momento actual, cuando parece que muchos gobernantes en el mudo debían cambiar por lo menos durante 24 horas su vida cotidiana.

La historia del príncipe y el mendigo refiere que se trata de dos personajes similares en apariencia, y que por accidente al cambiar de ropas, las circunstancias les colocan en sitios inversos y de ese incidente se desprende la historia.

Un viejo dicho popular indica que: más pierde el pobre cuando enriquece, que el rico cuando empobrece.
Este dicho ajusta a la perfección con el cuento, porque el verdadero príncipe se ve obligado por las circunstancias a conocer la verdadera forma de vivir del pueblo, con las carencias y sufrimientos que deben sufrir para sobrevivir.

Durante mucho tiempo insistió en demostrar que él era el príncipe y contaba lo ocurrido, pero claro está que nadie creía semejante historia, de manera que terminó por aceptar que nunca alguien le creería y adoptó con heroísmo su nueva vida.

Los conflictos sociales de la época hacen que el verdadero príncipe se vea obligado a participar como soldado del reino en una batalla que al final resulta una derrota estrepitosa.

Como la educación recibida por su padre y sus maestros le permite abrirse paso hasta llegar al general que tiene el mando del ejército, este lo escucha porque le pareció interesante lo que decía, le indicaba al general que la estrategia debía ser distinta y la describe.

El general le pregunta porque supone que la estrategia debe cambiar y el le contesta: Así lo haría mi padre el Rey, porque así lo aprendí de él.

En ese momento se descubre el cuello del príncipe y el general observa que en el cuello están unas líneas marcadas que el ahora general vio cuando nació el hijo del Rey.

Hasta entonces aceptó lo que el soldado le decía cuando solicitaba que le creyera su historia, en ese momento el general aceptó que se trataba del príncipe.

El general implementa la sugerencia del joven príncipe y resultaron triunfadores en esa batalla, por desgracia el Rey ya no la pudo disfrutar pues murió esa misma noche.

El príncipe recobró su identidad gracias al general y se restablecieron las identidades de él y del mendigo, pero el príncipe reconoció que de no haber ocurrido lo relatado, nunca se hubiera enterado de la realidad de su pueblo.

Fue coronado como Rey, por el general y la historia refiere un final feliz, es por eso que en párrafos arriba hablé de los gobernantes actuales, si se atrevieran a dejar en casa la investidura por lo menos 24 horas, comprenderían las cosas que no están haciendo bien.

Cuando tenemos la oportunidad de vivir las altas y bajas de un estatus social, es cuando mejor aprendemos la lección, creo que sería una buena práctica de este ejercicio por quienes pierden el piso, cuando consiguen un puesto de importancia en cualquier nivel.

Vale la pena ser o parecer por lo menos 24 horas un príncipe o un mendigo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario