Tal vez
mi edad era entre 8 y 9 años cuando experimenté un cambio radical en mi
mentalidad de niño a niño mayor, es posible que todo haya sido natural, pero
entonces experimenté una emoción poco conocida.
Resulta
que en años o meses anteriores podía jurar que los dibujos de caricaturas en
los periódicos cobraban vida y movimiento, lo cual resultaba maravilloso y
disfrutaba mucho con la vida que obtenían esos dibujos.
En
ocasiones imaginaba con un realismo sorprendente, que esos dibujos adquirían
vida propia y dialogaban conmigo, platicábamos durante unos minutos y al
terminar nos despedíamos con un protocolo previamente establecido.
Tiempo
después, no recuerdo cuanto, quise hablar nuevamente con los mismos dibujos y
sorpresa, ya no se movieron nunca más, tampoco dialogaron como lo hacían,
intenté recuperar la comunicación y nada, nada se pudo lograr.
Al día
siguiente volví a intentarlo y nuevamente fracasé y durante varios días me
resistía a aceptar el fracaso, pues se trataba de los mismos dibujos que antes
hablaban conmigo, era el mismo periódico y nada, como si hubieran desaparecido,
pero allí estaban, sin vida propia.
Debieron
transcurrir algunos meses cuando volví a intentar conversar con ellos, recuerdo
que en mi mente hacía esfuerzos por lograr esa comunicación, el fracaso
continuaba sin remedio.
Desde
luego que nunca me atreví a preguntar a alguien que era lo que pasaba, pues ni
yo mismo sabía como preguntar, o que decir, temía que se burlaran de una
pregunta de ese tipo, suponía que nadie lo había experimentado como yo.
El
tiempo fue mi mejor aliado, no se cuando o como fue, simplemente acepté la
nueva realidad, los dibujos eran solo eso, dibujos, sin vida, sin emociones,
sin facultad para dialogar conmigo y tal vez con nadie.
Nunca
me atreví a contarlo a nadie, siempre tuve el temor de convertirme en centro de
burla o falta de aceptación, comprendí que debía vivir con ello hasta este
momento, en que me atrevo a contarlo en estas líneas, espero le sirvan a quien
viva esta situación ahora, antes o a futuro.
Cuando
estaba por terminar este reporte, no resistí la tentación de preguntar a un
pretendiente de mi nieta, él simplemente relató lo vivido, de manera similar a
mi historia, con la diferencia de que me asegura que él hacía hablar a los
dibujos.
De un
modo o de otro, lo que escuché de ese muchacho, transformó mi pensamiento en el
sentido de que él, sin limitante alguna me contó su experiencia, solo difiere
en el sentido de afirmar que él hacía hablar a los dibujos, y los míos
dialogaban conmigo.
En
términos generales acepto que es una situación normal, eso es a lo que llamo:
Cruzar la línea, esa línea imaginaria entre la niñez y la niñez mayor, aunque
debo admitir que a mi me sucedió entre los 8 y los 9 años.
Es
posible que la variante en edad sea un poco amplia, quizás eso lo determine el
medio ambiente en el que el niño se desarrolla o el tiempo y la época, supongo
que no es lo mismo los años cincuentas del siglo pasado, a la primera década
del siglo actual.
De
cualquier manera, creo que debe ocurrir cuando sea el tiempo exacto, en que
deba ocurrir para cruzar esa línea.