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martes, 4 de octubre de 2011

El príncipe burlado

El siguiente relato es un hecho de la vida real, omitiré el nombre por razones comprensibles pero le aseguro que lo que contaré es una parte importante de lo que fui testigo, el resto es deducción de lo que por casualidad me enteré con los familiares.

Nuestro personaje contaba con más de veinte años de edad cuando lo conocí, además de contar con una maravillosa forma de ser que cautivaba a las personas con su sonrisa, y con su gran habilidad en el humorismo casual que siempre estaba a flor de labio.

En la primera platica me entero que por sistema, su tío le hacía guardar un billete de regular denominación con el objetivo de que tratara de utilizarlo solo por gastar el dinero, más bien que lo reservara si las circunstancias lo obligaban a regresar en taxi a casa.

Poco a poco me fue contando su historia en el sentido de que a muy temprana edad perdió padre y madre por haber fallecido ambos, en un accidente en carretera con el resultado imaginable.

Sus padres eran dueños de una buena cantidad de predios que contenían viviendas populares, que se rentaban a precios accesibles, a personas de pocos recursos, en volumen representaba un ingreso respetable.

No recuerdo que haya dicho que existiera un testamento, de manera que el tío que se hizo cargo de el, también administraba los ingresos captados por la renta de las viviendas y es posible que a nadie rindiera cuentas.

Es claro que nada le faltaba a mi amigo, su tío se encargaba de vestirlo y atenderlo me parece que con cierto cariño, admito que nunca observé acción contraria o criticable que pusiera en duda el manejo de los bienes.

Como este amigo no tenía necesidad de trabajar, pues los ingresos eran muy importantes, tampoco existió en el, un gusto por aprender una profesión o un oficio que le asegurara el futuro.

Supongo que al tío no le interesaba que su sobrino adquiriera una superación educativa, pienso que, lo que menos deseaba era poner en riesgo su ingreso personal por la administración.

Por algunos años cimentamos una buena amistad, traté muchas veces de inducirlo a estudiar algo que le gustara, pero fracasé en cada intento, aunque insistía de vez en vez, nunca logré convencerlo de esa necesidad.

Avanza el tiempo y por necesidades de mi trabajo me vi obligado a cambiar domicilio, por algunos años no volví a ver a mi amigo, me parece que unos ocho años más tarde regresé al lugar de origen y por curiosidad lo busqué.

Me entero entonces que su tío ya había fallecido, lo busqué y lo encontré pero la tristeza me invadió, estaba irreconocible, se había manifestado una enfermedad terminal en él y lo peor es que de sus propiedades nada sabía.

Nunca su tío le rindió cuentas de dichas propiedades, al parecer, todo se perdió por algún movimiento legal de esos que mucha gente sabe como hacerlos.

Por su enfermedad avanzada, hubo necesidad de internarlo en un hospital de beneficencia donde se atendió bastante bien, pero el final llegó finalmente.

No hubo pariente alguno que se presentara, no se si por no haberse enterado o simplemente por falta de atención, sin embargo, me sentí tranquilo por la oportunidad que la vida me otorgó, permitirme estar cerca de el, en los últimos momentos.

Las pocas personas que asistimos a su funeral, tristes en principio, pero complacidos al final por permitirnos rendir un modesto homenaje, a quien calificamos como “el príncipe burlado”.