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jueves, 29 de septiembre de 2011

El amor a temprana edad

Uno de mis nietos de nombre José, sin darme cuenta fue creciendo como todo un caballero y un día de tantos, tocan a la puerta y oh, una señorita muy agraciada directamente pregunta: ¿Se encuentra Pepe?

La verdad es que de momento no supe que contestar, el impacto fue tan grande que permanecí algunos instantes en silencio, hasta reponerme de la sorpresa y solo acerté a decir: un momento, en seguida baja.

Me dirigí a su recamara, pero Pepe estaba ya en la escalera y solo me avisa que saldría con Rosita a tomar un helado en la plaza del centro del pueblo.

Mayor fue la sorpresa cuando comprendí que ya había crecido mi nieto y ni siquiera me había dado cuenta, en ese momento la imaginación desencadenó una serie de eventos que no lograba controlar.

La curiosidad me obligó a dirigirme hasta donde se encontraban los tortolos, y checar con mis propios ojos el valor del romance que comenzaba, de acurdo con mis datos.

Hacía tiempo que no presenciaba un romance tan limpio, tan inocente como el que estaba frente a mis ojos, tomando su helado, muy juntos e intercambiando miradas que hacía mucho tiempo había olvidado que existían.

Regresé a casa con la seguridad de que, había presenciado un amor como el que experimenté en los primeros años de cortejar, a la que fue mi esposa.

Me disponía a disfrutar de un descanso bien merecido en la soledad de la casa cuando, el teléfono interrumpe esa maravillosa tranquilidad y escucho a mi nieto con voz entrecortada y con preocupación, de inmediato me dirijo a donde se encontraba.

Resulta que por accidente, mi nieto lesionó a un joven con el auto que le regalé al cumplir los 16 años, en estos días estrenaba carro y permiso oficial de conductor, solo faltaba conocer el estado de salud del lesionado.

La tremenda sorpresa fue que el lesionado era pariente cercano de la novia de mi nieto, esto complicó la situación porque ahora se enteraban que mi nieto y ella se ostentaban como novios, lo cual desencadenó el malestar familiar de la novia.

Desde luego que me adelanté a explicar a los parientes del lesionado, que la aseguradora del auto se encargaría de los gastos como lo prevé el contrato póliza, si la compañía no cubría la totalidad de los gastos, desde luego que asumiría la responsabilidad.

No comprendo porqué la familia se negaba a llegar a un acuerdo, discutían una y otra vez una misma cosa, el asunto era crear el descontento familiar, pues, de ninguna manera aceptaban solución alguna.

Mientras, en el exterior del nosocomio se discutían los puntos fríos del accidente y parecía no haber arreglo alguno, hasta que fueron interrumpidos por el parte médico que da cuenta del deceso del accidentado.

Esto cambia radicalmente las cosas a tal grado que ahora se habla de homicidio y la discusión se vuelve incontrolable, a tal grado que prefiero dejar la continuación de esta historia en el próximo relato.