martes, 6 de septiembre de 2011

El alimentador de leones



Cuatro años debió ser mi edad cuando el circo llegó al pueblo y todo era nuevo y muy interesante por tal motivo no perdería la oportunidad de disfrutar el espectáculo.

La instalación del circo se realiza a unos doscientos metros de nuestra casa, lo que permite ver la maniobra de levantar la carpa y cada uno de los equipos.

El movimiento era impresionante, gente que se moví de un lado a otro colocando cada parte en el lugar correspondiente con una habilidad que me resultaba fascinante.

En determinado momento surge la idea de solicitar trabajo en el circo y que me permitiera conocer el montaje del aspecto que imagino debe ser muy interesante.

Pregunto a algunos de los trabajadores y ninguno quiso dar informes, solo uno de ellos con actitud poco amable me indica hacia donde dirigirme.

Con decisión llamo a la puerta y abre un hombre con aspecto de enojo me pregunta: ¿Qué quieres?

Con timidez pero decidido: quiero trabajar en el circo y me dicen que usted es el indicado para contratar, puedo comenzar ahora mismo de ser necesario.

En este momento deduzco que con la seriedad y carácter de ese personaje, creo que impide que soltara una sonora carcajada de burla y sigue adelante con el interrogatorio.

Puedo dar de comer a los leones y a los elefantes, puedo barrer y limpiar lo que sea necesario, es muy importante que me contrate a partir de hoy.

En un circo los sueldos no son muy altos, cuentas con comida y un techo donde dormir.

Solo quiero que durante el tiempo que el circo permanezca en el pueblo, mi hermana y mi mamá puedan ver el espectáculo sin pagar porque no tenemos dinero que cubra el costo.

Puedes comenzar, dirígete con el encargado de los animales para que te indique cual va a ser tu trabajo.

En ese momento aparece el responsable de los leones que ahora entiendo, escucha toda nuestra conversación y simplemente representa el papel con seriedad absoluta.

Desde luego que nunca me permitieron acercarme a los leones, siempre buscaban tareas distintas y me convertí en el nuevo empleado del circo.

La revista artística del circo gustó mucho a mi familia y me sentía orgulloso de que ellas vieran mi trabajo que tal vez no era importante, pero en mi era vivificante.

Cuando termina la temporada, observo con mucho cuidado el proceso con el fin de grabarlo en mi mente como un gran recuerdo de mi primer trabajo formal.


Antes de partir, el hombre que me contra me abraza como si se tratara de un hijo y me entrega una cantidad de dinero como pago de mis servicios.

Me alegra tanto que de inmediato corro a casa para entregar el dinero a mamá, era el producto de mi primer trabajo profesional como alimentador de leones.

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