Por: Julio Torres.
Cuando analizamos la manera de funcionar
de la memoria, no queda más remedio que declarar que le debemos regalías a san
Agustín por haber fincado las bases de fabricación del disco duro de las
computadoras actuales, pero tal vez él, quedó a deber regalías a quien fabricó
nuestro equipo de memoria que sigue vigente.
San Agustín fue filósofo, teólogo y
místico, además considerado como uno de los más grandes pensadores de todas las
épocas, en su tratado que tituló: Confesiones, maneja el tema de la memoria,
del que tomaré unos fragmentos que me parecen muy interesantes.
Dice san Agustín: “Y llegaré a los
extensos campos y a los espaciosos palacios de mi memoria, donde se encuentran
guardados los tesoros de innumerables imágenes, producidas por todo tipo de
cosas percibidas por los sentidos”.
Es importante recordar que san Agustín
vivió entre los años 354 y 439, muchos siglos antes de la utilización de la
computadora y que ahora podemos comparar a la memoria como el disco duro de
dicha computadora.
Continúa san Agustín: “Allí, en la
memoria, esta depositado todo aquello que pensamos junto con todo lo que ha
quedado grabado y acumulado, y que el olvido no borra ni entierra todavía, todo
lo cual amplía, disminuye o varía en alguna forma aquellas cosas que los
sentidos van transmitiendo”.
“Cuando entro allí, busco lo que deseo me
sea revelado y al instante aparece algo, algunas cosas han de ser buscadas
durante más tiempo, como si tuvieran que ser extraídas de algún receptáculo
recóndito, otras, salen precipitadamente en tropel y aunque es una sola cosa la
deseada y requerida, todas toman la delantera cual si quisieran decir: ¿Acaso
soy yo la que buscas?”
“A estas las hago a un lado amorosamente
del frente de mis recuerdos hasta que la que deseo queda al descubierto y
aparece ante mi vista, fuera de su escondite secreto, la que está al frente
abre paso a la siguiente y a medida que van pasando, se ocultan para estar
listas a salir cuando yo vuelva a necesitarlas, todo esto se realiza cuando
repito una cosa de memoria”.
Que parecido tan grande existe entre lo
que declaró hace muchos años san Agustín y la función del disco duro de la
computadora actual, desde luego que no es momento de imaginar o tratar de
analizar quien diseñó todo este asunto de la memoria, me conformaré con el
intento de tratar de entender la mecánica de la memoria.
Cuando tratamos de sacar algo, primero
tenemos que encontrar en cual celdilla esta archivado y a cual entrada debemos
dirigirnos, esto es muy parecido a cuando queremos obtener información de algún
libro, hoy, de alguna página en internet.
Supongamos que deseamos investigar
algunos hechos sobre la historia de México concretamente, porque no sabemos el
nombre exacto del emperador azteca del año 1500 de nuestra era, primero
pensamos en eso y decidimos que podemos encontrarlo en un libro de historia de
México, o en una página web de la historia de México.
Pero, si solo escudriñamos al azar,
perderemos mucho tiempo, debemos entender que todo está clasificado de acuerdo
a los temas, así que busquemos en libros o páginas web que del tema se
encargan, con la memoria sucede lo mismo, cada parte del archivo está
clasificada, debemos ir al lugar correcto para obtener determinada información,
solo así encontraremos lo que buscamos.
Entendamos lo siguiente, sabemos que la
información está archivada en la mente subconsciente, la única forma de llegar
a ella para revisarla, es yendo al subconsciente, sabemos que debemos buscar en
la memoria para encontrar información perdida.
Primero, cerramos los ojos o nos cubrimos
con tal de que ninguna otra cosa distraiga nuestra atención, hacemos esto
porque deseamos bloquear la facultad de la vista, luego tratamos de no oír, así
que cerramos la facultad del oído para eliminar cualquier distracción,
posteriormente intentamos perder la
sensación del tacto, el olfato y el gusto y nos concentramos profundamente en
lo que tratamos de recordar.
Este proceso no es otra cosa que
adormecer a la mente objetiva, para que trabaje con libertad, la mente
subjetiva, lo cual hacemos instintivamente y a veces conscientemente.
Tal vez la moraleja sea que: Cuanto más
se adormece la mente objetiva, más fuerza alcanza el subconsciente, o lo que es
lo mismo: Si ponemos la mente objetiva lo más inactiva posible, llegaremos
mejor a la mente subconsciente.
En el siguiente artículo hablaremos un
poco sobre la manera de mejorar la memoria, así que hasta entonces.