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miércoles, 2 de noviembre de 2011

La ratita presumida

Este cuento de la ratita presumida aunque no ofrece una gran cantidad de eventos, sí presenta una de las reflexiones más interesantes, de acuerdo al comportamiento humano en el que siempre estamos renegando de la suerte que nos ha tocado vivir.

La ratita dicen se encuentra una moneda de oro, eso le provoca una gran indecisión para elegir que comprar con ella, después de muchas dudas decide comprar una cinta o listón de color rojo y lucirlo en su cola.

Ese pequeño detalle le hace aparecer muy atractiva, de tal suerte que se le acercan distintos pretendientes de distintas especies y la piden en matrimonio.

Ella va rechazando a cada uno: un gallo, un perro, un cerdo y finalmente un gato blanco aplica una de sus mejores armas, la sensualidad en su manera de hablar y la convence.

El cuento no describe lo sucedido después del matrimonio, pero lo más seguro es que el final no haya sido muy feliz para la ratita, si tomamos en cuenta la diferencia de especie.

El gran mensaje de este cuento me hace recordar a una persona que con distintos artificios logra llegar hasta Dios y le reclama que le ha entregado una cruz muy pesada y dolorosa.

Con la paciencia y amor que un padre prodiga a su hijo, le sugiere que entre al almacén de las cruces, que busque la que le acomode, no importa el tiempo que se tome en decidir.

Esa persona ingresa al almacén de cruces, y es tal el número de ejemplares que primero trata de ver de manera general el almacén, sin atinar por donde comenzar.

Después de un tiempo razonable inicia el recorrido de dicho almacén y se prueba una y otra de las cruces que allí se encuentran, y a cada una de ellas le encuentra un defecto.

Horas más tarde se percata que solo ha recorrido una mínima parte del recinto y se ha probado no menos de unas cien cruces de distintos materiales y nada, simplemente ninguna le satisface.

Decide entonces aplicar una estrategia distinta y ahora solo camina frente a las cruces sin probarse ninguna y la fila de ellas parece interminable, así que busca un sitio apropiado para descansar y desde ese lugar recorre la bodega con la vista tratando de buscar la cruz que le acomode.

Como si de momento le dominara el cansancio, cierra los ojos y entre sueños percibe una luz muy pequeña a lo lejos, abre los ojos y en efecto, casi en el fondo de la bodega de cruces aparece una luz muy pequeña y débil.

Sin pensarlo más, se dirige a toda prisa hacia esa luz y corriendo con cierta velocidad llega hasta ella, efectivamente, se trata de una cruz que le llama mucho la atención, la toma con sus manos y la coloca sobre el hombro derecho.

De inmediato siente que se ajusta a su cuerpo, no le lastima y la siente muy ligera, de inmediato se dirige a la salida y le dice a Dios: Ya encontré una cruz que me ajusta a la perfección, ¿Me la puedo llevar?

Desde luego, le responde, solo te pido que la cuides muy bien, que siempre esté limpia, pura y sin mancha y así la conserves hasta que regreses a este lugar.

Una vez hecha la promesa, se retira con alegría y solo se escucha: No sabe que es la misma cruz que se le otorgó desde el principio, ninguna otra le ajustaría, así, como el destino de la ratita presumida ya todo estaba previsto.