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domingo, 2 de octubre de 2011

El rey y la Reyna

Estamos acostumbrados a las historias de Reyes y reinas, donde el común denominador indica que todo concluye con la frase: “y fueron muy felices”.

Un ejemplo muy importante es la historia de Luis XVI y María Antonieta de Austria, que su reinado comienza cuando las condiciones económicas y sociales de la Francia en esos tiempos, no estaban en su mejor momento.

La gente cercana a los reyes no era de lo más honesto, en ese tiempo la corrupción en la monarquía ya mostraba una ausencia de interés por lo que pasaba fuera de los palacios reales, la pobreza crecía a pasos agigantados.

El principio de la relación de Luis XVI y María Antonieta fue como toda relación de jóvenes, como si se tratara de un autentico cuento de hadas, todo era amor y más amor, con la única agravante de que pasaba el tiempo y María Antonieta no lograba embarazarse.

Después de unos años las cosas comienzan a funcionar y llega la primera hija y de su nacimiento tienen que dar fe sobre todo los hermanos de Luis XVI que en línea directa alcanzarían el trono, pero lo perdieron con el alumbramiento de la niña.

Lo cierto es que por algunos años se cometieron errores, se apartaron todavía más a los reyes y su pueblo, como forma de solventar los gastos excesivos de la Reyna, los ministros de la corte aumentaron impuestos que finalmente destruyeron la economía de Francia.

Comenzaban también los movimientos sociales que buscaban el establecimiento de un sistema de gobierno que dejaba fuera a la monarquía, y aunque la gente cercana a los Reyes sugería huir, la Reyna se opuso sistemáticamente.

Muchas veces mostró que era una mujer de carácter firme, no le permitía abdicar de ninguna manera y el Rey siempre le daba la razón aún en contra de los intereses de Francia.

Poco a poco la lucha social comenzó a tomar fuerza hasta que tomaron el palacio e hicieron prisionera a la familia real, se les formó juicio a ambos y el veredicto fue la sentencia de muerte para ambos.

Quise tomar esta historia como base para contarla, con el dolor de no estar contando un final feliz, además de la tristeza de ver que esta historia, es tan antigua y tan actual que parece que los seres humanos siguen cometiendo los mismos errores.

La altura de un tabique es suficiente para que una persona resulte mareada y pierda de vista el bien general, es muy común y lo es más, cuando se pierde en el engranaje de la vida social de los poderosos.

Cualquier semejanza con la vida cotidiana de algunos pueblos actuales puede ser coincidencia, pero lo que queda de manifiesto es que la debilidad humana sigue siendo la misma.

Los movimientos sociales se presentan cuando el pueblo tiene hambre y en la medida que esos asuntos sean tomados en cuenta, las historias de las monarquías, pueden volver a tener un final feliz.

Sin embargo, creo que en todas las formas sociales lo que se debe buscar siempre y en todo momento el bienestar de la gente.