Todos
los días sábado se reúnen los jóvenes del barrio para asistir al partido de
fútbol pues han organizado un equipo que compite cada semana en uno de los
campos instalados cerca de su domicilio.
Acudir
cada semana al campo de juego se ha convertido en una rutina que poco a poco se
torna tediosa, uno de ellos sugiere tomar otro camino para llegar al encuentro
con mejor condición física al elegir un camino largo.
Van
caminando por algunas calles que por momentos pareciera que solo están
caminando en círculos que no los conducen a ningún lado, hasta que uno de ellos
descubre el error y a partir de ese momento él toma la iniciativa de guiarlos.
Por
motivo del tiempo perdido consideran que es urgente apresurar el paso, de otra
forma perderán la competencia por inasistencia y no por falta de habilidad.
El
apresurar el paso se convierte paulatinamente en carrera y por desgracia,
presencian un accidente donde resulta lastimado un pequeño que pudiera ser
vecino de cualquiera de ellos.
Algunos
tratan de continuar su camino, solo uno de ellos se detiene, comienza a
solicitar ayuda a las personas que van pasando y al poco rato llegan las
asistencias adecuadas que se encargan del servicio.
El
tiempo transcurrido indica que va a ser difícil cumplir con el compromiso del
fútbol y piensa que lo mejor será llegar hasta el campo de fútbol y explicar la
causa del retraso.
Las
consecuencias no las cuantifica pues fue más importante el servicio prestado al
niño accidentado, por razón humanitaria, como buena obra del día.
Al
llegar al campo de juego encuentra que ambos equipos ya han iniciado el partido
de fútbol, el entrenador le reprende por su falta y el se mantiene callado sin
protestar.
En
castigo, le impiden participar del encuentro pero él sigue firme en su
convicción, entendiendo que lo que hizo fue con la esperanza de que el niño
accidentado recibiera la atención debida.
El
sábado siguiente se reúnen como de costumbre y deciden escoger el canino corto
para evitar ser descalificados en caso de ocurrir otro imponderable y todos
obedecen.
El
entrenador decide no permitir a nuestro amigo participar en el encuentro porque
considera que el castigo por haber fallado el sábado anterior debe ser más
enérgico.
Termina
el partido con un empate y todos se reúnen en uno de los costados del campo de
fútbol, luego aparecen un grupo de personas, familiares todos ellos, y se
dirigen al organizador del torneo.
Le
describen el uniforme de uno de los equipos y caminan entonces al lugar donde
se encuentra nuestro amigo y le entregan un obsequio de buen tamaño sin
describir el contenido.
Piden
que el organizador y el resto de los jóvenes se reúnan con el fin de exaltar la
figura de nuestro amigo por la valentía de atender a su hijo en el accidente de
la semana anterior, manifestando que gracias a la rapidez con la que atendió a
su hijo, goza de salud completa.
Todos
felicitan al joven y el entrenador promete que nunca más castigará a nadie, sin
antes escuchado la disculpa.