Estamos
acostumbrados a las historias de Reyes y reinas, donde el común denominador
indica que todo concluye con la frase: “y fueron muy felices”.
Un
ejemplo muy importante es la historia de Luis XVI y María Antonieta de Austria,
que su reinado comienza cuando las condiciones económicas y sociales de la
Francia en esos tiempos, no estaban en su mejor momento.
La
gente cercana a los reyes no era de lo más honesto, en ese tiempo la corrupción
en la monarquía ya mostraba una ausencia de interés por lo que pasaba fuera de
los palacios reales, la pobreza crecía a pasos agigantados.
El
principio de la relación de Luis XVI y María Antonieta fue como toda relación
de jóvenes, como si se tratara de un autentico cuento de hadas, todo era amor y
más amor, con la única agravante de que pasaba el tiempo y María Antonieta no
lograba embarazarse.
Después
de unos años las cosas comienzan a funcionar y llega la primera hija y de su
nacimiento tienen que dar fe sobre todo los hermanos de Luis XVI que en línea
directa alcanzarían el trono, pero lo perdieron con el alumbramiento de la
niña.
Lo
cierto es que por algunos años se cometieron errores, se apartaron todavía más
a los reyes y su pueblo, como forma de solventar los gastos excesivos de la
Reyna, los ministros de la corte aumentaron impuestos que finalmente
destruyeron la economía de Francia.
Comenzaban
también los movimientos sociales que buscaban el establecimiento de un sistema
de gobierno que dejaba fuera a la monarquía, y aunque la gente cercana a los
Reyes sugería huir, la Reyna se opuso sistemáticamente.
Muchas
veces mostró que era una mujer de carácter firme, no le permitía abdicar de
ninguna manera y el Rey siempre le daba la razón aún en contra de los intereses
de Francia.
Poco a
poco la lucha social comenzó a tomar fuerza hasta que tomaron el palacio e
hicieron prisionera a la familia real, se les formó juicio a ambos y el
veredicto fue la sentencia de muerte para ambos.
Quise
tomar esta historia como base para contarla, con el dolor de no estar contando
un final feliz, además de la tristeza de ver que esta historia, es tan antigua
y tan actual que parece que los seres humanos siguen cometiendo los mismos
errores.
La
altura de un tabique es suficiente para que una persona resulte mareada y
pierda de vista el bien general, es muy común y lo es más, cuando se pierde en
el engranaje de la vida social de los poderosos.
Cualquier
semejanza con la vida cotidiana de algunos pueblos actuales puede ser
coincidencia, pero lo que queda de manifiesto es que la debilidad humana sigue
siendo la misma.
Los
movimientos sociales se presentan cuando el pueblo tiene hambre y en la medida
que esos asuntos sean tomados en cuenta, las historias de las monarquías,
pueden volver a tener un final feliz.
Sin
embargo, creo que en todas las formas sociales lo que se debe buscar siempre y
en todo momento el bienestar de la gente.